Por Javier Surasky-
Muchas veces se ha criticado a la política exterior de la
Argentina por no tener un rumbo claro, pero eso ha cambiado desde la llegada de
Javier Milei a la presidencia: el país camina decididamente hacia atrás. Su
futuro está en el pasado.
En el caso argentino, la actual administración ha expresado
a través del presidente postulados de gobierno con fuerte impacto en su
relacionamiento internacional. Repasarlos brevemente nos ayuda a comprender los
primeros trazos de la inserción en el mundo que el gobierno persigue.
1. El combate frontal contra
lo que Milei considera “socialismo”:
Es el elemento más destacado y le
ha valido aliados como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Nayib Bukele. Una muestra
clara de ello se vio en la última reunión del encuentro internacional “Viva 24”
organizado por el partido Vox de España, donde el primer mandatario argentino
tomó el estrado justo antes del cierre aún cuando allí se encontraban figuras
como Marine Le Pen, Giorgia Meloni y Viktor Orban.
El paroxismo de su posición llegó
cuando, en su discurso,
dijo “El socialismo conduce a la pobreza y a la muerte, el que diga otra cosa
es un ignorante o un mentiroso (…) no podemos dejarnos correr un milímetro por
los zurdos, ni aun cuando parezca que tienen razón, porque nunca la tienen”.
2. La apropiación de la “verdadera
defensa de los valores de occidente”:
Una visión mesiánica que, alineada
a su autopostulada reinvención del capitalismo (“Vengo predicando mi invención
del sistema capitalista”, dijo en el discurso antes citado), lo ha llevado a
atacar a líderes europeos por sus políticas sociales, incomodándolos. La mejor
demostración de esto fue su discurso
ante el Foro de Davos a poco de haber asumido su cargo, donde explicó que “Los
neo-marxistas han sabido cooptar el sentido común de occidente”.
Más aún, en su interpretación, la
búsqueda de la justicia social, un valor occidental afirmado aun cuando pueda
discutirse su contenido, es una de la grandes claudicaciones
económico-axiológicas de occidente.
3. La “amenaza China”, pero no
tanto:
Se trata de un punto en el que se
han mostrado idas y vueltas y contradicciones en el discurso antes y después de
las elecciones, que surge como corolario de los dos puntos anteriores. Señaló
que corresponde a los privados decidir si quieren tener vínculos comerciales
con China al tiempo que marcó una postura oficial cuando sostuvo en una entrevista sobre el tema
que él no negocia “con comunistas”, incluyendo explícitamente en su lista de
comunistas a China, Rusia y al Brasil de Lula.
4. América Latina y el Caribe
como un continente infestado por el socialismo:
Siguiendo su extrema repulsa por
todo lo que pueda parecerle de izquierda, Milei ha dedicado un capítulo
especial a los presidentes de ciertos países de América Latina y el Caribe. Afirmó
en una entrevista
televisiva que los peores presidentes de la
región son Chávez al frente de la “dictadura en Venezuela”, a Gustavo Petro lo calificó
de “asesino terrorista” y se refirió a “lo que se tiene en Nicaragua y Cuba”,
calificando a sus presidentes como “despreciables”. A López Obrador la calificó
de “ignorante”. Un capítulo especial tiene como su protagonista a Lula, a quien
Milei descalifica incluso en términos personales llamándolo “corrupto”,
“zurdito con el ego inflamado”. Ya en plena campaña electoral del Brasil
había publicado un tweet llamando a los brasileños a votar a Bolsonaro y a no dejar
avanzar al “presidiario
Lula”. Ya en julio de 2023, como precandidato a la presidencia, Milei había
dicho en una reunión organizada en Chile por la Fundación para el Progreso que
esperaba “ustedes (los chilenos) tengan la dicha y la altura como
para poder sacarse también a este
empobrecedor de Boric”.
Dentro de este capítulo podemos
inscribir el ataque al Mercosur, que según afirmó Milei debería ser eliminado.
“El Mercosur es una unión aduanera que favorece a empresarios que no
quieren competir y que va en contra de los intereses argentinos”, dijo el
actual presidente argentino, aunque luego su canciller, Diana
Mondino, matizó la afirmación afirmando que lo que en realidad hace falta
el “modernizar” el Mercosur, darle un “shock de adrenalina” para “reducir la
cantidad de barreras” que impone.
5. El desprecio por los derechos
humanos, la negación del cambio climático y el ataque abierto contra la Agenda
2030:
Mezcla de su rechazo a cualquier
forma de lo que entiende por regulación común que interfiere con el mercado y
su definición de la justicia
social como “una idea verdaderamente aberrante”, ha llevado a Milei a
querer reabrir el pasado como un tiempo mejor donde no había derechos humanos,
a negar posiciones científicamente respaldadas y a dar por científicas
posiciones que no lo son.
Veamos, ya en
2019 había negado que la educación fuese un derecho bajo la justificación
de que “no es gratis”, idea que expresa repetidamente en términos generales
cuando ataca la “máxima socialista” de que donde hay una necesidad nace un
derecho afirmando que las necesidades son infinitas y los derechos tienen
costos que deben cubrirse con recursos finitos, lo que reafirma que el actual
presidente tiene dificultades en la abstracción conceptual (o al menos los
tiene cuando quiere).
En perspectiva institucional, el
cambio de funciones desde el anterior
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, ahora Ministerio
de Justicia, y el cierre del Ministerio
de Mujeres, Género y Diversidades son momentos cumbre de ese desprecio.
Los impactos de sus primeras
medidas sobre los derechos fundamentales de las personas llevaron a la American
Association of Jurists a presentar una contribución
escrita a las Naciones Unidas llamando la atención sobre el tema.
Al respecto, todavía asusta el
desconocimiento básico sobre cuestiones elementales mostrado por Milei ya en su
discurso
ante el Foro de Davos. Allí afirmó que el fracaso de los modelos
colectivistas llevó a los socialistas a “cambiar su agenda. Dejaron atrás la
lucha de clases basada en el sistema económico para reemplazarla por otros
supuestos conflictos sociales igual de nocivos para la vida en comunidad y para
el crecimiento económico. La primera de estas nuevas batallas fue la pelea
ridícula y antinatural entre el hombre y la mujer”.
Con esa afirmación Milei iniciaba
un intento por desacreditar los esfuerzos por avanzar en la equidad de género,
algo que ya había hecho en su campaña electoral negando, por ejemplo, que
exista alguna diferencia entre los cargos de hombres y mujeres en la empresa
privada. En 2024, su gobierno decidió prohibir el lenguaje
inclusivo y “todo lo referente a la perspectiva de género” en la
Administración pública argentina.
Otro de los cambios en la agenda
socialista denunciado por Milei en Davos se ve en “los conflictos que los
socialistas plantean es el del hombre contra la naturaleza. Sostienen que los
seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa, incluso
llegando a abogar por mecanismos de control poblacional o en la agenda sangrienta
del aborto”. El disparate había llegado a su máxima expresión, pero no había
novedad en ello: en una entrevista que le realizaron cuando era precandidato a
diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires, en 2019, Milei sostuvo que “el
calentamiento global es otra de las mentiras del socialismo. Hace 10 o 15
años se discutía que el planeta se iba a congelar. Ahora discuten que se
calienta, aquellos que conozcan cómo se hacen esas simulaciones van a ver que
las funciones están sobresaturadas en determinados parámetros a propósito para
generar miedo”.
No puede parecer extraño, con esos antecedentes, que Milei
muestre una repulsión visceral hacia la Agenda 2030 para el desarrollo
sostenible y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ya durante su campaña, sostuvo
que “Nosotros
no vamos a adherir a la Agenda 2030. Nosotros no adherimos al marxismo
cultural, no adherimos a la decadencia” y más tarde, ya en ejercicio del cargo,
explicó en su cuenta de X que viajaba al Foro de Davos con el objetivo de
“plantar las ideas de la libertad en un foro que está contaminado
con la agenda socialista 2030 que solo traerá miseria al mundo”.
El rechazo a la Agenda 2030 llegó a su punto más alto cuando
se reunió, en marzo de 2024, el Foro de los Países de América Latina y el
Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, principal escenario regional de trabajo
sobre esa agenda global. Argentina, en ejercicio de la presidencia de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) debía presidir esa reunión,
pero 24 horas antes de su inicio envío una carta anunciando que no participaría
del encuentro. Tras los tres días de debates en que se desarrolló ese Foro,
Jorge Faurie, embajador de Argentina en Chile, se presentó a la sesión de
clausura para decir que Argentina aceptaba su declaración política allí
adoptada para no estorbar el consenso, pero que no la compartía en su
integridad y asumía la facultad de revisar su contenido. Un gesto diplomático,
cuando menos, lamentable.
A partir de lo expresado, nadie debería sorprenderse por lo
recientemente ocurrido en el marco de la reunión del 54º período de sesiones de
la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA). Resumiendo
los hechos, el embajador de los Estados Unidos en la Organización, Frank
Mora, explicó: “Una gran mayoría de las resoluciones han llegado aquí a
Paraguay cerradas, negociadas. Y al final, antes de viajar, Argentina presenta
todos estos cambios en cuanto a género y derechos humanos”, y pidió al país no
hacer de la adopción de los documentos “un show”. Pero el espectáculo ya estaba
en marcha.
El resultado fue el esperado: la posición de Argentina quedó
aislada, en soledad, y el país perdió apoyos tradicionales en la región. La
factura llegará seguramente durante los debates que tendrán lugar en la
Asamblea General de las Naciones Unidas sobre temas caros al país, como su
reclamo sobre Malvinas.
La “capitana” de la actuación argentina ante la OEA fue Úrsula
Basset, conocida abogada ultraconservadora que ya se había expresado en favor
de la adopción de fetos, se opuso a la ley de aborto seguro y gratuito, al
matrimonio Igualitario, al divorcio y al uso del lenguaje inclusivo. Basset
ocupa un lugar destacado, aunque poco claro, en la gestión de la Cancillería
Argentina y es quien, desde hace un tiempo y con apoyo de Karina Milei, hermana
del presidente y jefa de Gabinete, y el ministro de Economía, Luis Caputo, se
encarga de las instrucciones a los diplomáticos argentinos en el exterior.
El alfil de Basset en la puesta en escena en la OEA fue
Sonia Cavallo, hija del exministro Domingo Cavallo, quien fue designada
como embajadora argentina ante la OEA el 22 de mayo pasado. Tanto Basset
como la canciller Diana Mondino viajaron a Paraguay, pero según se informa, fue
Basset quien llevó el control de todo cuanto allí ocurría a pesar de no
tener ningún cargo oficial en el Ministerio de Relaciones Exteriores, lo que ya
llevó
a un grupo de legisladores a solicitar la interpelación de la Canciller Diana
Mondino para que explique la situación.
El resultado de la actuación argentina fue patético: la Declaración
de Asunción, titulada “Integración y seguridad para el desarrollo sostenible de
la región”, fue aprobada sin cambios, reconociendo el valor de la Agenda 2030, acuerdos
para defender los derechos humanos, eliminar todas las formas de discriminación,
enfrentar el cambio climático. Su
párrafo 9 expresa el compromiso de los gobiernos de “respetar, proteger y promover los derechos humanos (…) y eliminar toda forma de
discriminación y violencia en contra de las mujeres y las niñas, y grupos en situación de
vulnerabilidad,
generando las condiciones para alcanzar sociedades igualitarias, justas y
prósperas”, la temida justicia social.
Los impactos de la posición argentina se dejaron ver pronto, no solo en el malestar diplomático por el fondo y las formas de su accionar, sino al momento de las acciones:
- La adopción de una resolución de apoyo a la Argentina por su reclamo sobre Malvinas estuvo cerca de ir a votación en lugar de ser adoptada por consenso. Finalmente eso no ocurrió, y entre los que tomaron la palabra para apoyar la resolución estuvieron los representantes de los gobiernos de Brasil, Colombia, México y Chile, cuyos líderes, como vimos, fueron foco de la verborragia de Milei.
- De cuatro candidatos para ocupar tres asientos en el Comité Jurídico Interamericano, María Isabel Jimena de la Torre, la candidata argentina, quedó fuera tras la votación (14 votos) realizada en la que participaron todos los países miembros de la OEA en la que resultaron designados los nominados por Chile (29 votos), Guatemala (28 votos) y Estados Unidos (23 votos).
La política exterior de un país representa la continuidad de su política interior en el plano internacional. No son dos espacios netamente diferenciados, sino que la primera es la continuidad de la segunda. El recorrido que acabamos de hacer refleja el rostro con el que Argentina se presenta ante el mundo, lo que me recuerda una frase de uno de los grandes referentes de las relaciones internacionales, Hans Morgenthau:
“Es peligroso
ser Maquiavelo. Es desastroso
ser un Maquiavelo sin virtud”
Una versión inicial de este blog fue publicada por el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina (IRI-UNLP)