Argentina, Agenda 2030, desinformación pública y extremismo

 By Javier Surasky-

La expresión que mejor califica a la política exterior de la Argentina de hoy es “ignorancia fanática”. El país lleva adelante una política exterior hecha por personas que son claramente son ignorantes y trabajan por extender y sostener su ignorancia como verdad oficial a efectos de sostener su extremismo ideológico.

El discurso de Javier Milei ante la Asamblea General del 24 de septiembre de 2024 es una buena muestra de ello, pero ante la inmensidad de falacias y tergiversaciones que se encuentran en sus menos de cuatro páginas, producto de su extremismo ideológico ubicado a la par de cualquier otro basado en otras ideas, fe o creencia, vamos a focalizar nuestra mirada en su ya tradicional y recurrente posición queriendo liderar una cruzada en contra de la Agenda 2030 en la que ningún país lo acompaña.

No se trata de ninguna novedad. Durante su campaña electoral Milei sostuvo que “Nosotros no vamos a adherir a la Agenda 2030. Nosotros no adherimos al marxismo cultural, no adherimos a la decadencia” (ver aquí) y, ya en ejercicio del cargo, explicó que viajaba al Foro de Davos con el objetivo de “plantar las ideas de la libertad en un foro que está contaminado con la agenda socialista 2030 que solo traerá miseria al mundo” (ver aquí).

En su discurso ante la ONU, el presidente ha definido a la Agenda 2030 como “un programa de gobierno supranacional de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan contra la soberanía de los Estados Nación (…) una agenda que pretende solucionar la pobreza, la desigualdad y la discriminación con legislación que lo único que hace es profundizarlas”, lo que no solo implica un absoluto desconocimiento de la Agenda, sino incluso de idea de supranacionalidad y de las formas de trabajo de las Naciones Unidas.

Comencemos por recordar que fueron más de 150 jefes de Estado y de Gobierno quienes, en septiembre de 2015, participaron en la Cumbre del Desarrollo Sostenible donde todos los países miembros de la ONU adoptaron la Agenda 2030 y sus ODS, que no es un “tratado” al que Argentina se haya “suscripto”, como lo dijo el vocero presidencial al día siguiente del discurso. Más aún, la adopción de la Agenda 2030 fue el final de un proceso de negociaciones repetidamente señalado como el más participativo en la historia de las Naciones Unidas.

Es cierto que los ODS están lejos de haberse logrado, como bien lo señala el informe sobre su progreso del secretario general de la ONU de 2024, pero responsabilizar a la Agenda 2030 por ello equivale a decir que las normas de tránsito son responsables por los cruces de semáforos en rojo. Esta “confusión” entre norma y acción es propia de cualquier fanatismo ideológico.

La Agenda 2030 es más débil aún que las normas de tránsito ya que no incluye medidas que los Estados estén jurídicamente obligados a tomar, sino compromisos políticos de priorizar temas como la lucha contra la pobreza y el hambre, brindar educación de calidad y acceso a servicios de salud para todos, asegurar la disponibilidad de energía suficiente y asequible, el respeto al Estado de derecho, la reducción de las inequidades, el acceso al agua potable, la preservación y el cuidado del medio ambiente. ¿Son esos objetivos repugnantes y socialistas? ¿Acaso las ideas de autores liberales son contrarias a esos fines?

Más aún, la Agenda 2030 no establece cómo se deben alcanzar esos objetivos, sino que claramente llama a que cada país los persiga según sus características, prioridades y políticas.

Dijo Milei que la adopción de la Agenda 2030 ha sido una de las causas que hicieron que la ONU se aleje de sus principios, haciendo una interpretación sesgada, fanática y sui generis de los mismos, a los que reduce a la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo contenido reduce únicamente al artículo primero de la Declaración

Para entender el temor que la Agenda 2030 parece infundir a Milei y su equipo de gobierno no basta con demostrar su ignorancia: hay que entender que esta ha sido su puerta de ingreso a las teorías conspirativas.

Hoy, son tres las teorías conspirativas que se disputan ser las “verdaderas” explicaciones de la Agenda 2030:

  1. Teoría del “nuevo orden mundial”: esta teoría se basa en la idea de que una élite (el estilo Club Bilderberg) formada por un grupo pequeño de los más poderosos del mundo gobierna los destinos del planeta para su propio beneficio.
  2. Teoría del “gran reinicio”: propuesta en Davos tras la pandemia, y con la visión de “reconstruir mejor” de la ONU, esta teoría se enfoca en la dimensión económica y sugiere que existe un plan orquestado por los países más poderosos para apropiarse de toda la riqueza mundial. Afirman la creación intencional de una pandemia para iniciar su plan.
  3. Teoría de “el comunismo por goteo”: tras la caída de la Unión Soviética -y sabiendo que el comunismo nunca podría apropiarse de occidente- la “izquierda” inició una campaña mundial para insertar lentamente sus ideas en las sociedades occidentales, de tal forma que, para cuando el plan fuera descubierto, occidente ya hubiese abrazado el ideal comunista sin haberse dado cuenta.

Claramente, Milei se anota en la tercera opción, la que lleva al extremo al afirmar que la Argentina no acompaña al Pacto del Futuro e invitar “a todas las naciones del mundo libre a que nos acompañen, no sólo en el disenso de este pacto, sino en la creación de una nueva agenda para esta noble institución: la agenda de la libertad”. Sus palabras ponen a la Argentina en un grupo cuyos miembros no son justamente “las naciones del mundo libre” ni defensores de los derechos humanos, ni siquiera del artículo 1 de la Declaración Universal de la que ha estado hablando: Corea del Norte, Nicaragua, Siria, Rusia y Venezuela. Por cierto, los dos últimos son países expresamente atacados por Milei en su discurso.

El presidente ha dicho que la ONU, en lugar de enfrentar conflictos cono el de Ucrania, “invierte tiempo y esfuerzo en imponerle a los países pobres, qué y cómo deben producir, con quién vincularse, qué deben comer y en qué creer, como pretende dictar el presente pacto del futuro”. El Pacto, como cualquiera puede leer, no dice nada sobre los temas que menciona Milei. Sería un paso inteligente que los que hacen la política exterior del país leyeran los documentos que van a criticar antes de demostrar su ignorancia de forma tan evidente.

El presidente ha dicho que fue “el abandono de los principios esbozados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, lo que tergiversó el rol de esta institución”. No debe recordar el presidente que la Declaración Universal, de la cual mencionó únicamente el artículo 1, incluye en su artículo 2 la referencia a que toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esa Declaración, sin distinción alguna de, entre otros elementos, su “opinión política”, algo que no se condice con sus comentarios sobre la "basura" y las "mierdas" de la izquierda. En realidad, al calificar a los “zurdos” de “ratas” les quita condición humana, por lo que los derechos humanos no los alcanzarían…

Tampoco debe recordar que el artículo 22 establece que “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social”, o que el 23 otorga “protección contra el desempleo” y el “derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana”. Tampoco parece saber, a partir de las infundadas críticas a la Agenda 2030 y al trabajo de la ONU, que el artículo 28 establece que “toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”, lo que da base internacional a su odiada idea de justicia social.

El discurso de Milei ante la ONU que escuchamos pasará a la historia como una blasfemia o como una vergüenza internacional. Una muestra más de que desinformación y extremismo ideológico se nutren una del otro y conforman una combinación peligrosa. La desinformación oficial es, así vista, una necesidad para legitimar un programa político extremista que necesita construir una realidad propia.

El mesianismo propio del extremismo se ha mostrado en el discurso de Milei ante la ONU con una claridad que hace imposible no verlo, habilitando la mentira y la desinformación como guías para una política exterior tan demencial como sus protagonistas.