Cumbre del Futuro: la adopción del Pacto y lo que vendrá

Por Javier Surasky-

 

La Cumbre del Futuro comenzó hoy. La atención se encontraba centrada en su sesión de apertura, donde la agenda indicaba debía adoptarse el Pacto del Futuro, y junto a él la Declaración sobre las Futuras Generaciones y el Pacto Digital Global. Como sabemos, ninguno de los tres documentos había logrado atravesar in procedimiento de silencio, lo que hubiese llevado a su adopción por consenso.

Un grupo pequeño de Estados, entre cuyas prioridades no se encuentra el fortalecimiento del multilateralismo, fue un obstáculo insalvable. El mayor representante de esa posición ha sido Rusia, que ha tenido como sus principales alfiles a países como Belarús, Irán, Nicaragua, Siria, la República Popular Democrática de Corea y Venezuela. No es necesario aclarar que no se trata justamente de un “club de defensa de la democracia” ni de países comprometidos con los derechos humanos o la legalidad internacional.

Fueron esos países, a excepción de Venezuela que dada su deuda de pago de cuotas a la ONU está incapacitada para votar en la Asamblea General, quienes presentaron, el 21 de septiembre, una propuesta de reforma al texto del Pacto del Futuro que el presidente de la Asamblea General presentó a los Estados para su adopción (A/79/L.3).

La reforma que proponían implicaba agregar un párrafo al texto, al final de su parte introductoria (después del párrafo 17) con el siguiente contenido: “Reafirmamos que las Naciones Unidas se guiarán por un proceso de adopción de decisiones intergubernamental y que las Naciones Unidas y su sistema no intervendrán en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, tal como se establece en el Artículo 2(7) de la Carta de las Naciones Unidas, y solicitamos al Secretario General que evalúe el cumplimiento de este deber por parte de las Naciones Unidas y sus fondos y programas, así como la duplicación de esfuerzos, en particular como resultado de la aprobación de este Pacto, y que presente a la Asamblea General en su octogésimo período de sesiones propuestas para evitar tal duplicación y lograr al mismo tiempo la máxima eficiencia de los recursos”.

De haberse aceptado, ese párrafo hubiese ido exactamente en la dirección contraria a la que persigue la Cumbre del Futuro, abriendo nuevas ventanas para debilitar el multilateralismo y a la ONU mediante la excusa, ya a estas alturas demasiado trillada, de la defensa de la jurisdicción interna de los Estados utilizada como escudo para que estos puedan llevar adelante cualquier acción.

Tras los discursos de rigor que inauguraron los trabajos de la Cumbre, cada vez más parecidos a sí mismos y tan llenos de buena voluntad como vacíos de propuestas accionables, el presidente de la Asamblea otorgó la palabra a la delegación rusa para que introdujera su propuesta de enmienda. En un discurso que supera el calificativo de hipócrita para alcanzar los límites de lo vergonzoso, el delegado de Rusia presentó sus críticas al proceso de negociación del Pacto e introdujo la propuesta de reforma.

Tras su presentación, Congo solicitó la palabra y, en representación del grupo de países africanos de la ONU, del cual ejerce la presidencia, presentó una moción de “no acción” (aplazamiento del debate). Se trata de un recurso diplomático previsto en el artículo 74 del reglamento de la Asamblea General que establece: “Durante la discusión de cualquier asunto, todo representante podrá proponer el aplazamiento del debate sobre el tema que se esté discutiendo. Además del autor de la moción, podrán hablar dos oradores a favor de ella y dos en contra, después de lo cual la moción será sometida inmediatamente a votación”. La propuesta recibió el apoyo de México y Camerún, y el rechazo de Venezuela (en nombre propio, de Irán y Siria), en una intervención que se pareció más a una pataleta infantil que a un discurso en la ONU, y Belarús, en una intervención sin sustento de tan solo 12 segundos.

Como era de esperar, puesta a votación la moción de “no acción” esta fue aprobada por 143 votos a favor, 7 en contra y 15 abstenciones.


Captura de pantalla: www.unwebtv.un.org


Paso seguido, se puso a consideración de los países la adopción del Pacto del Futuro, incluyendo la Declaración sobre las Futuras Generaciones y el Pacto Digital Global como sus anexos, tal como había sido elevado por el presidente de la Asamblea General (A/79/L.2). De acuerdo con el procedimiento previsto, la secretaría dio a conocer elementos que hacen a los impactos de la posible adopción de la resolución que se abría a consideración de los Estados, informando, por ejemplo, los impactos económicos que tendría (la referencia fue a un coste inicial de entre USD 1.5 y 1.8 millones en 2025, excluyendo costo de personal, a ser detallado en las próximas semanas mediante un informe del secretario general a los países miembros).

Tras recordar que los Estados están invitados a hacer sus consideraciones sobre el Pacto del Futuro y sus documentos anexos en el marco del tratamiento del tema 123 de la agenda del 79 período de sesiones de la Asamblea General, sobre “fortalecimiento del sistema de las Naciones Unidas”, previsto para el 7 de octubre, el presidente preguntó “¿Puedo considerar que la Asamblea decide aprobar el proyecto de resolución A/79/L.2?”. Ante el silencio y siguiendo el protocolo, golpeó con su martillo el escritorio: “Así queda acordado”.

De esta forma los documentos de la Cumbre del Futuro quedaron formalmente adoptados, sin pasar por votación, mediante un falso consenso que, no obstante, es representativo de la voluntad de 143 de los 193 Estados miembros de la ONU (74%).

Haber logrado la adopción de los documentos pone a la reunión por encima del nivel del fracaso, pero de ninguna manera representa un éxito. Comienza ahora lo más duro, en un marco de divisiones profundas, diálogos parcializados, limitada vocación por comprometerse políticamente a dar pasos indispensables: construir un futuro diferente, fortaleciendo el multilateralismo como herramienta de transformación y justicia y revalorizando la idea que representa la ONU, más allá de sus deficiencias institucionales.

El Pacto para el Futuro, el Pacto Digital Global y la Declaración sobre las Futuras Generaciones son tres nuevas promesas que los Estados han pronunciado en voz alta y frente a los pueblos. Ahora los gobernantes deberán decir entre cumplir su palabra o seguir extendiendo la infame y extensa lista de promesas incumplidas, y a los pueblos nos tocará decidir que hacer con los gobernantes que tenemos según sus acciones.

Todos somos responsables por el futuro, pero no todos lo somos en la misma medida. El principio de no dejar a nadie atrás debe darse la mano con el de responsabilidad común pero diferenciada no solo entre Estados, sino entre grupos e incluso entre individuos.

Lo que está en juego es demasiado importante para dejarlo en manos de un puñado de líderes, más aún cuando algunos de ellos no se cansan de demostrar sus limitadas capacidades para pensar en que todos y todas nos liberemos del miedo a lo que ocurrirá mañana.