Por Javier Surasky
La guerra comercial entre Estados Unidos y China está
lanzada. Impuestos aduaneros impuestos por EE.UU. que van desde un 10% sobre
importaciones generales hasta un 145% sobre productos chinos, has ido seguidos
por represalias chinas de hasta un 125% sobre bienes estadounidenses que
ingresan a China.
América Latina, con poco que decir en esta lucha entre
gigantes económicos globales, mantiene fuertes vínculos comerciales con ambos:
Utilizando datos oficiales para 2022, tenemos que
- Según la Cepal, el comercio de bienes entre América Latina y el Caribe y Estados Unidos crece más lentamente que con China. Aunque EE.UU, sigue siendo, con diferencia, el principal socio comercial de la región, el comercio con China se multiplicó por 35 entre 2000 y 2022.
- La inversión extranjera directa (IED) de Estados Unidos en América Latina y el Caribe representó entre el 70% y el 80% del total recibido entre 2000 y 2020, frente al 5.74% de China.
Este marco abre para América Latina (AL), en tiempos de
confrontación comercial entre potencias, una serie de opciones de acción
internacional.
Para comenzar, el desvío de comercio y la relocalización de
la producción pueden posicionar a la parte Norte de la región como una
alternativa atractiva para empresas que sigan estrategias de nearshoring
para llevar sus productos hacia EE.UU, mientras que países como Brasil, con una
economía diversificada y un mercado interno enorme, y países ricos en recursos
como Argentina, Bolivia y Chile atraen interés debido a la demanda de materias
primas que tanto EE.UU. como China necesitan para mantener sus economías
avanzando en campos como tecnologías verdes y tecnologías digitales, aunque la
volatilidad de precios internacionales de materias primas en un contexto de
incertidumbre económica mundial no hará fácil para los exportadores tomar
ventajas estables del juego comercial internacional.
Esta última reflexión nos
recuerda la fragilidad de las herramientas con que cuenta América Latina para atraer
la atención de ambas superpotencias.
- Aun cuando Chile y Bolivia controlan cerca del 50% de las reservas mundiales de litio, y Perú y Chile lideran las de cobre, la falta de infraestructura sumada a regulaciones ambientales deficientes limita las posibilidades de utilizar esta capacidad sin reforzar modelos de dependencia exportadora, reforzando la vulnerabilidad del modelo económico.
- Las oportunidades que puede ofrecer parte de la región en materia de nearshoring se ve afectada por la calidad de infraestructura de logística y por la inestabilidad política de diferentes países de AL.
- El mercado interno regional, con más de 650 millones de habitantes y una extendida clase media se ve golpeada por la desigualdad y la informalidad que muestra la economía de AL, que afecta al 50% de su fuerza laboral y limitan su capacidad de actuar, lo que se ve agravado por los vaivenes en materia de políticas de promoción de la inclusión social.
- Vinculado al último punto, si bien existen “islas” de impulso de tecnología digitales enmarcadas en ecosistemas que promueven la innovación, como lo muestran Costa Rica y Uruguay, o la decisión de MercadoLibre de integrar IA a sus operaciones de comercio electrónico para optimizar su logística, las brechas de talento en STEM, la baja inversión de los países en I+D (en torno al 0.6% del PIB). restringen las oportunidades y ponen en juego que los progresos que puedan alcanzarse deriven en afectación de la soberanía tecnológica (UNESCO, 2025).
Finalmente, la propia competencia entre EE.UU. y China es
origen de oportunidades:
- En el campo de la industria automotriz, empresas chinas como BYD han aumentado su presencia en Brasil, con un crecimiento del 84% en ventas de vehículos eléctricos en 2024.
- La competencia en IA y tecnologías digitales, acompañada por restricciones estadounidenses sobre chips y software de IA, empujan a China a buscar socios en América Latina. Huawei, por ejemplo, ha ampliado su actividad en la región.
Con este trasfondo, podemos realizar un rápido ejercicio de
análisis DAFO (Debilidades, Fortalezas, Oportunidades y Amenazas) de los escenarios
de alineación geopolítica de AL con alguno de los “contendientes”:
Escenario de alineamiento con EE.UU.
Fortalezas:
- Proximidad
geográfica beneficia a los países de norte de AL.
- Reservas
de litio y cobre y otros minerales de alto valor para EE.UU.
- Compatibilidad
cultural y experiencia en acuerdos comerciales.
Debilidades:
- Refuerzo
de la dependencia de exportaciones de materias primas.
- Infraestructura
logística limitada.
- Alta
dependencia del mercado estadounidense.
- Brecha
de habilidades en STEM.
- Retroceso
de la cooperación internacional de EE.UU.
Oportunidades:
- Atraer
inversión en energías renovables y manufactura avanzada.
- Digitalización
con apoyo de empresas líderes.
- Llegada
de inversores privados líderes.
Amenazas:
- Políticas
proteccionistas estadounidenses.
- Pérdida
de mercados chinos, afectando exportaciones.
- Riesgo
de quedar atrapados en un alineamiento militar general.
- Percepción
social de EE.UU. como representación del “·imperialismo”.
Escenario de alineamiento con China
Fortalezas:
- Reservas
de litio, cobre y otros minerales de alto valor para China.
- Comercio
en crecimiento.
- Ecosistemas
tecnológicos emergentes que pueden beneficiarse de la experiencia china.
Debilidades:
- Refuerzo
de la dependencia de exportaciones de materias primas.
- Infraestructura
logística limitada.
- Brecha
de habilidades en STEM.
- Diferencia
cultural.
Oportunidades:
- Fuerte
inversión china en infraestructura sostenible.
- Oportunidades
para el desarrollo de IA con empresas chinas.
- Mayor
apertura a acuerdos de transferencia tecnológica apoyados en Cooperación
internacional.
Amenazas:
- Represalias
estadounidenses.
- Preocupaciones
sobre impactos en la soberanía digital.
- Sobreendeudamiento
por proyectos chinos.
¿Está abierta la opción de “no
alineamiento” con ninguna de las dos partes? Sí, y permitiría a la región
diversificar sus relaciones en búsqueda de la maximización de beneficios
económicos, sociales y ambientales. No obstante, ello requeriría de una
capacidad de acción diplomática y política regional unificada, lo que hoy
parece irrealizable y es condición necesaria para avanzar un intento de no
alineamiento.
Esa acción unificada debería
dar frutos en ejes de interés regional común que tienen mayor posibilidad de
efectividad y eficiencia cuando se trabajan a escalas supranacionales, como el
desarrollo de infraestructura comercial y digital o el establecimiento de
marcos legales y de incentivos coordinados entre países.
Es por ello que la guerra
comercial entre EE.UU. y China ofrece a América Latina una oportunidad, en
tanto su posición le permite ser atractiva para ambas partes en conflicto, pero
las propias limitaciones y desencuentros internos limitan la capacidad de
explotar esas oportunidades y crean olas peligrosas en el mar de tensiones
geopolíticas que América Latina deberá navegar durante los próximos años.