Por Javier Surasky
Aprobado por consenso en una sala semidesierta y falta de
entusiasmo por el documento adoptado, el presidente de la sesión ofreció la
palabra a los Estados que quisiera hacer explicaciones de sus posiciones,
oportunidad que utilizó Japón, Suiza (en nombre propio y de Islandia,
Liechtenstein y Noruega), Australia (en representación del Grupo CANZ:
Australia, Canadá y Nueva Zelandia) y Dinamarca (en representación de la Unión
Europea, sus Estados parte y países candidatos a la UE).
Tal como el texto de la resolución aprobada, el debate fue
anodino y carente de un verdadero sentido. Poco puede decirse como resultado
del mismo más que reasegurar que las diferencias entre Estados miembros
respecto a que esperar del proceso ONU80, su extensión y resultados, siguen
firmes.
Tras las presentaciones de los países mencionados Rusia
requirió hacer uso del derecho de respuesta frente a menciones de que su
liderazgo del proceso no había sido suficientemente abierto y la falta de
oportunidad en la presentación del proyecto. En un discurso con reminiscencias
de la Guerra Fría, señalando que uno de los problemas de la ONU estaba en que
el secretario general se excedía en sus competencias y en la pérdida de
imparcialidad de los funcionarios de la ONU, el representante de Rusia se limitó
a decir que se habían realizado suficientes consultas previas, que se habían
tenido en cuenta las “líneas rojas” presentadas por todos los países y que su
país esperaba que en el futuro se siguiese el mismo enfoque.
Es exagerado, muy exagerado, sugerir que lo que ocurrió hoy
en la sala de la Asamblea general fue un “debate”. Más bien, pareció una
competencia entre Estados por quién dirigirá un proceso que ninguno de ellos
puede conducir sin los demás y en el que todos pretenden conocer las razones de
las falencias de la ONU en cumplir sus tareas de forma efectiva y eficaz, dos
palabras que resonaron de manera repetida, junto con transparencia, ante un
silencio atroz sobre asuntos como democracia, diplomacia del siglo XXI, inclusión
de múltiples actores, claridad de comunicación y varios etcéteras.
El texto adoptado es tan débil que no hace más que “acoger
con beneplácito” los esfuerzos del secretario general por fortalecer las
Naciones Unidas; afirmar que “aguarda con interés” recibir las propuestas del
Secretario General en el marco de su Iniciativa UN80, “teniendo en cuenta la
necesidad de que haya objetivos claramente definidos y un enfoque con base
empírica, y con el propósito de ampliar el impacto de las Naciones Unidas y
mejorar su agilidad, capacidad de respuesta y resiliencia, abordando al mismo
tiempo el problema de la duplicación de esfuerzos y garantizando una ejecución
eficaz y eficiente de los mandatos en los tres pilares de la labor de las
Naciones Unidas” para terminar exhortando a todas las entidades y organismos
especializados del sistema a ajustar sus iniciativas de reforma a ese enfoque.
Para tratar de dar algún sentido a lo que se vio hoy en la
Asamblea General, comparto una tabla con lo que pude rescatar del pretendido
debate
Tema |
Grupo que lo plantea positivamente |
Grupo que plantea objeciones o críticas |
Momento y forma de la resolución |
Japón, Rusia: consideran que es el momento apropiado |
UE, CANZ, Suiza: ven la presentación como prematura y precipitada |
Transparencia del proceso de negociación de la resolución |
Rusia afirma que hubo consultas y se respetaron líneas rojas |
UE, CANZ: afirman que no hubo diálogo suficiente ni se tomaron en cuenta
sugerencias de cambios en el texto |
Naturaleza de la reforma |
Japón, UE, Suiza: a favor de una reforma sistémica, ambiciosa y
sostenible. |
Rusia: respetuosa de la Carta y del rol "administrativo" del
SG, que se ha excedido en sus funciones a lo largo del tiempo |
Enfoque sobre el rol del SG |
UE, Suiza, Japón: liderazgo proactivo del SG |
Rusia: cautelosa |
Riesgos del proceso |
UE y CANZ: riesgo de apurar el proceso y generar exclusión |
Rusia: riesgo de "apropiación" de la reforma en beneficio de un
grupo de Estados y pérdida de imparcialidad de la ONU |
Poco, muy poco. Casi una falta de respeto por los
trabajadores de la ONU que no saben qué pasará con ellos y, lo que es peor, con
las personas más vulnerables que dudan sobre si la ONU seguirá estando allí
para ellos.