Por Javier Surasky
Tras la elección de Annalena Baerbock (Alemania) como presidenta del 80 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas el 2 de junio, esta expuso en su discurso de aceptación del cargo que su primer objetivo será “apoyar a los Estados Miembros para renovar, reorientar y hacer que nuestra organización sea adecuada para su propósito, adecuada para el siglo XXI”, llamando a entender la iniciativa ONU80 como una oportunidad para adecuar la ONU a los nuevos desafíos y no como un mero ejercicio de reducción de costos. Pasados unos días, el 24 de junio, tuvo lugar la presentación oficial de esa iniciativa por parte del secretario general a los Estados miembros.
Tras esos dos sucesos, julio fue un mes activo en torno a
la iniciativa ONU80.
Para comenzar, los Estados miembros dieron su respaldo
oficial a la iniciativa mediante la adopción de la resolución 79/318 de la Asamblea
General, sobre la que ya escribimos en un blog
anterior
Antes de que eso ocurriera, el primer día de julio el Task
Force UN80, presidido por el Subsecretario General para Políticas, Guy
Ryder, presentó los avances del proceso a los Estados Miembros, donde afirmó
que se había completado el trabajo de registro de mandatos activos de todas las
entidades del sistema ONU y sus duplicaciones. Adelantó que antes del final del
mes se darían a conocer propuestas concretas de realineamientos presupuestario
y programático, incluyendo medidas entre las que se encuentra la aplicación de recortes
de entre el 15 y el 20 % sobre “estructuras no esenciales”, aunque no está muy
claro qué es lo que ello significa.
Una semana más tarde, el Global Centre for the
Responsibility to Protect publicó su informe UN80 and the Future of Atrocity
Prevention: Opportunities for Structural Reform donde sostiene
que la iniciativa ONU80 presenta una oportunidad estratégica para fortalecer
las capacidades de prevención de atrocidades de la ONU, llamando a evitar recortar
los mandatos de protección al tiempo que se potencien los derechos humanos, la
acción en protección de civiles y el ejercicio de la diplomacia preventiva.
Algo similar ocurre en materia ambiental, donde diferentes foros
especializados han propuesto enfoques que convocan a operacionalizar las
reformas mediante, por ejemplo, la clusterización
de tratados ambientales multilaterales, estableciendo una coordinación
funcional entre múltiples acuerdos multilaterales ambientales como los
convenios como los de Basilea, Rotterdam y Estocolmo, lo que permitiría evitar
solapamientos y optimizar el uso de los recursos disponibles.
Como no podía ser de otra manera, ONU80 también fue parte de
los debates en el Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible
(HLPF), reunido en Nueva York entre el 14 y el 23 de julio. El discurso
inaugural del evento de la Vicesecretaria General, Amina Mohammed, se
cerró con su afirmación de que “A cinco años [del plazo otorgado para cumplir
la Agenda 2030], la iniciativa ONU80 del Secretario General marca un paso
histórico para aprovechar las reformas recientes y garantizar que las Naciones
Unidas sigan siendo un socio confiable y ágil, listo para enfrentar los
desafíos de hoy y las incertidumbres de mañana, e impulsar nuestro impulso
colectivo para la Agenda 2030 a nivel nacional, regional y mundial”.
Poco después, el 24 de julio, el staff de las Naciones
Unidas en Ginebra hacía pública una declaración
de “desconfianza” (no-confidence) sobre el secretario general,
Antonio Guterres, y su Subsecretario General para Políticas, Guy Ryder por el
manejo que realizan de la iniciativa ONU80.
En este marco de tensiones, sumado a la actual política de
la administración de Donald Trump en los EE.UU., el
Financial Times publicó un interesante artículo, que aquí compartimos
desde una fuente alternativa, sobre la forma en que China ha incrementado
su influencia institucional en entidades del sistema ONU, como la Unión
Internacional de las Telecomunicaciones, clave para los debates sobre el futuro
de la IA y la actividad espacial, alineándose discursivamente con diversos
países del Sur en sus apoyos y reclamos ante la iniciativa ONU80, mientras que los
representantes de los EE.UU. reclaman mayor transparencia y control
presupuestario como condición previa para respaldar políticamente el proceso.
Ahora queda esperar a tener mayores certezas, que llegarán
de la mano del informe que debe presentar el Task Force ONU80 incluyendo
propuestas concretas de reforma. Teniendo en cuenta lo crucial del proceso, y
las amenazas que pesan sobre el mismo, en parte debidas a la propia
incompetencia de quienes la lideran en ser transparentes y claros, quiero
cerrar este blog con una cita a un documento
anónimo publicado por un trabajador de la ONU analizando con exquisito
sarcasmo el inicio del proceso:
“Esto me recuerda por qué he permanecido en la ONU durante
décadas a pesar de todo. No porque crea en el teatro de la reforma, ni en el
discurso de consultorías de gestión, ni en las interminables presentaciones de
PowerPoint sobre transformación, sino porque, debajo de toda esa absurda burocracia
aún se vislumbra la idea original de que tal vez, solo tal vez, podamos
trabajar juntos para resolver problemas que nadie puede resolver solo”.