Política, tecnología y comercio: impactos en las negociaciones de la gobernanza global de la IA (un ejercicio de datos)
Por Javier Surasky.
El régimen que se aplique a la inteligencia artificial se ha convertido en un eje de debate estratégico de la política global actual. Sin embargo, no todos los países se involucran del mismo modo en estas discusiones multilaterales donde se decide cuáles serán sus principios y estándares.
En Naciones Unidas, que sigue siendo el centro de la vida
multilateral aun cuando atraviesa un momento de fuerte debilidad, algunas
delegaciones copatrocinan resoluciones, impulsan lenguaje normativo ambicioso y
participan en negociaciones técnicas. Otras, en cambio, están prácticamente
ausentes de los diálogos.
Entender por qué se produce esta diferencia es ayuda a
comprender hasta qué punto la gobernanza global de la IA será realmente
inclusiva o quedará en manos de pocos y, como complemento, puede mostrarnos
cómo se ha iniciado ya un proceso de retroalimentación de la brecha digital
entre países.
Con ese propósito construimos una base de datos original
para los 193 Estados Miembros de la ONU y ensayamos distintos modelos de
aprendizaje automático capaces de detectar patrones consistentes detrás de la
participación diplomática en los debates sobre el futuro de la IA.
El primer desafío fue conceptual-operativo ya que no existe
un indicador de participación en la gobernanza de IA, por lo que tomamos como
punto de partida comportamientos observables de los Estados miembros de las
Naciones Unidas en la Asamblea General, focalizándonos en el rol asumido frente
a las, hasta hora, dos únicas resoluciones directamente referidas al tema,
tituladas Sistemas Seguros y Fiables de Inteligencia Artificial para el
Desarrollo Sostenible (Res/78/265)
y La inteligencia artificial en el ámbito militar y sus implicaciones para la
paz y la seguridad internacionales (A/Res/79/239).
A partir de ello creamos un indicador que captura una forma explícita de
compromiso con el tema mediante el rol que asumen los países frente a estas dos
resoluciones, adoptadas por consenso. Fijamos una escala con 4 grupos (presenta
el proyecto = 1), copatrocina el proyecto = 0.5, aporta copatrocinio al momento
de la presentación del texto para adoptar la resolución = 0.25 y ninguna de las
anteriores = 0), del cruce resultaron cinco valores (0, 0.25, 0.5, 0.75 y 1) ya
que no hay Estados que hayan estado en la preparación de ambas, pero sí que patrocinaron
una y ofrecieron copatrocinio en diferentes momentos para una y otra alcanzando
un valor sumado de al 0,75.
Primer elemento a destacar: ningún estado fue coautor de ambas resoluciones.
Para trabajar sobre esa conceptualización, y dada la
limitada muestra (193 casos), redujimos la dispersión aplicando un eje binario:
quienes apenas participan (0 o 0.25) y quienes muestran un involucramiento más
significativo (0.5, 0.75 o 1). La lógica política detrás de esta recodificación
es conocida por quienes seguimos diplomacia: no es lo mismo “sumarse por
formalidad” que firmar una resolución que fija postura en un campo emergente.
Con esta variable dependiente definida, el siguiente paso
fue construir un conjunto de predictores capaz de captar dimensiones que,
según nuestra intuición experta, podrían influir en el involucramiento
diplomático: capacidades tecnológicas, calidad institucional, inserción
internacional, perfiles comerciales y pertenencia a coaliciones globales.
Para capturar las capacidades tecnológicas utilizamos
indicadores como el grado de digitalización, el índice de gobierno electrónico
y el puntaje de preparación para IA.
En el eje institucional incluimos el índice de democracia, fortaleza
del estado de derecho y promedios móviles de índices de libertades civiles.
En el eje de inserción internacional, agregamos el grado de dependencia
comercial de cada país con los tres grandes actores de la gobernanza de la IA,
como lo son Estados Unidos, China y la Unión Europea, a lo que sumamos variables
de pertenencia a grupos como el G77, BRICS, el G20, la OCDE o la Unión Europea.
La lógica detrás de esta selección es que la gobernanza de IA está condicionada
tanto por capacidades domésticas como por dinámicas externas que moldean
incentivos políticos.
Tras una limpieza técnica de la base de datos generada, se
asignaron los roles de etiqueta para marcar las respuestas esperadas de los
modelos aplicados sobre esta. En una primera recorrida, la variable de país fue
marcada como identificador y la participación en el proceso de las mencionadas
resoluciones como etiqueta. El resto de los atributos se consideraron como regulares.
Se excluyó el valor original de copatrocinio para evitar un “data leakage”,
situación en que el modelo alcanza una respuesta cómoda aplicando una única
variable por su alineación con la clasificación a realizar, y deja sin aplicar
todas las demás.
El primer modelo que implementamos fue un árbol de decisión
clásico. Los árboles son especialmente valiosos en investigaciones por su
explicabilidad, ya que dejan ver cómo, en cada nodo, el algoritmo toma
decisiones basadas en umbrales concretos. Configuramos el árbol con criterio de Gini, poda activa y una profundidad máxima de cinco niveles para asegurar un
alto grado de interpretabilidad.
Como resultado, obtuvimos un árbol con una precisión (accuracy
del 77,6 %) y las variables con mayor peso, aquellas que aparecían
sistemáticamente como ramas principales, fueron la digitalización, la
democracia, el estado de derecho y las métricas de preparación en IA. En otras
palabras, este árbol mostró que los países que participan con más fuerza en la
gobernanza de IA tienden a contar con infraestructura digital sólida y sistemas
institucionales de calidad. La diplomacia multilateral queda así filtrada por
las capacidades domésticas políticas, de gobernanza y técnicas.
Para contrastar esta estructura interpretativa corrimos un
Random Forest, que combina la robustez estadística de muchos árboles con la
capacidad de evitar sobreajuste. La precisión se mantuvo alta (74,1 %), pero lo
más importante fue la mejora en la observación de las jerarquías entre variables.
Las cinco más influyentes fueron el grado de digitalización, el índice de
gobierno electrónico, la democracia, el estado de derecho y el Global AI
Readiness Index. Ese listado muestra tres dimensiones diferentes de capacidad (digital,
institucional y tecnológica) que convergen en una misma tendencia.
Las dependencias comerciales y las pertenencias a bloques
internacionales, en cambio, solo jugaron un papel secundario, un hallazgo
relevante porque desafía explicaciones simplistas basadas en geopolítica
tradicional. Ni el G20, ni los BRICS, ni siquiera el G7 predicen por sí mismos
quién participará activamente en gobernanza de IA.
Como ejercicio de contraste más radical, corrimos un árbol
de decisión aplicando solo los niveles de dependencia comercial de los países
respecto de los tres actores que protagonizan los debates sobre la gobernanza
de la IA. Hallamos una relación fuerte entre comercio con la UE y probabilidad
de participación en los debates, pero la capacidad predictiva de este modelo
cayó al 62%. Ese descenso es, por sí, muy indicativo, ya que La comparación
entre los tres modelos muestra que el comercio con uno de los tres
representantes de modelos de gobernanza de la IA en pugna influye poco en la
posibilidad de que intervenga activamente en los debates sobre IA a nivel
multilateral, y las coaliciones globales aportan poco para predecir cuánto se
involucrará un Estado en estas discusiones
Lo que diferencia en mayor medida a quienes participan de
quienes no lo hacen son sus capacidades
domésticas para entender, regular y aprovechar tecnologías avanzadas. Si un
Estado carece de infraestructura digital, instituciones sólidas o una base
mínima de preparación técnica, es menos probable que sus diplomáticos sean
activos en las negociaciones sobre IA en Naciones Unidas.
Esa constatación tiene implicancias políticas profundas. Nos
cuenta que el futuro de la gobernanza global de la IA se está definiendo dentro
de un espacio donde participan fundamentalmente países con institucionalidad
tecnológica fuerte. La brecha digital no es solo tecnológico-económica: es
regulatoria, de gobernanza y de fortaleza democrática. Si la comunidad
internacional aspira a que la IA se gobierne de modo inclusivo y que las normas
que surjan tenga un carácter verdaderamente representativo de las posiciones
existentes en la sociedad internacional, lo que está lejos de ocurrir, es tan
urgente como indispensable fortalecer esas múltiples capacidades en los países
con menor involucramiento.
Este análisis también muestra que los modelos de aprendizaje automático pueden ser valiosos para estudiar la política internacional. Su función
no es reemplazar la teoría, sino ayudar a revelar patrones que de otro modo
pasarían inadvertidos. En este caso, el uso de árboles y Random Forest permitió
dar forma empírica a algo que suele intuirse, pero pocas veces se comprueba: la
participación diplomática en temas tecnológicos depende de las capacidades
internas para integrar esas tecnologías en el aparato estatal, y esto se
relaciona con la gobernanza, la fortaleza democrática y otros elementos de
política interna más que con asuntos puramente técnicos.
Así, la IA no solo reconfigura la economía; reordena también
la geografía del poder normativo.
Los resultados de nuestro trabajo no son un veredicto final,
ni han pretendido serlo, sino solo una sugerencia de caminos alternativos para
recorrer y generar evidencia a medida que los debates sobre la gobernanza y el
futuro de la IA avanzan en el seno de las Naciones Unidas, mostrando que es
crítico estar atentos a quiénes están en la sala y quiénes no.
Estos modelos muestran con claridad que la inclusión no se
dará como un fenómeno automático a medida que avance la IA, sino que requerirá
inversiones estratégicas en capacidades digitales, instituciones creíbles y
alfabetización técnica al interior de los Estados.
Hoy, vemos cómo los más postergados, los menos poderosos,
los más débiles en términos institucionales, se van quedando excluidos de los
debates incluso si se reúnen en coaliciones. El resultado no puede ser otro que
el ensanchamiento de la brecha digital basado en las propias lógicas de la
negociación de su gobernanza, llena de voces silenciadas.
Y esos silencios de hoy aturdirán en nuevas formas de dominación,
vulnerabilidad y desprotección de poblaciones enteras en el futuro si no
actuamos en el presente.
Nota:
El dataset utilizado se encuentra disponible en
https://docs.google.com/spreadsheets/d/1qkNkChxt_KB0qG5lSkTZJGlGsNO4tw2Y/edit?usp=sharing&ouid=104299964405419065891&rtpof=true&sd=true
Diccionario de metadata
https://drive.google.com/file/d/1dJGvfjzLdVIzlon-HBvNTUh7FAxOUtpk/view?usp=sharing
