Por Javier Surasky-
Entre de julio e inicio de agosto de 2024 se produjeron una serie de
hechos con impactos diferentes en la gobernanza de la Inteligencia Artificial
(AI):
- Los cofacilitadores de las negociaciones para la adopción de Pacto Digital Global de las Naciones Unidas presentaron una tercera revisión del texto. Puesto bajo procedimiento de silencio el 12 de julio, varios Estados y grupos de Estados (G-77, UE, Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelandia y el Reino Unido, entre otros) “rompieron el silencio” obligando a seguir negociando sus contenidos.
- La Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó su informe “¿Amortiguador o cuello de botella? La exposición laboral a la IA generativa y la brecha digital en América Latina” (Buffer or Bottleneck? Employment Exposure to Generative AI and the Digital Divide in Latin America).
- Entre el 29 de julio y el 9 de agosto tiene lugar en Nueva York la reanudación de la Sesión de clausura del Comité Especial encargado de elaborar una convención internacional amplia para contrarrestar el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones con fines delictivos, luego de no haber podido concluir su trabajo en las siete sesiones de trabajo que tuvieron lugar entre febrero de 2022 y 2024.
- El 1º de octubre entraron en vigor partes de la Ley Europea sobre Inteligencia Artificial, adoptada en marzo pasado por el Parlamento Europeo.
Estos cuatro hechos nos muestran el alto grado
de actividad internacional en torno a la IA, que ya en la Cumbre de los ODS
de 2023 mostró ocupar un lugar central en los debates sobre desarrollo
sostenible, pero también los obstáculos en el camino hacia el
fortalecimiento de la cooperación internacional en materia digital y en la
construcción de un modelo de gobernanza global de la IA.
Las razones para el fracaso en adoptar la tercera
revisión del Pacto Global Digital están directamente relacionadas con las que
dificultan acordar una convención para hacer frente al uso de tecnologías de la
información y la comunicación con fines delictivos: no solo hay posiciones
diferentes entre los países respecto de qué se espera de las tecnologías
digitales, sino que hay elementos de poder económico y militar asociado
a estas tecnologías que vuelven a cualquier debate un nervio internacional
sensible.
Al mismo tiempo, como ha quedado claro en el
proceso del Pacto Digital Global, la naturaleza de las tecnologías digitales,
la IA entre ellas, hace que al discutir sus potenciales beneficios y riesgos
deban ponerse sobre la mesa otros asuntos que son sensibles en sí mismos,
como derechos humanos, soberanía (en este caso asociada a la gestión de datos
masivos), cuidado ambiental, o desarrollo armamentístico.
Estas dificultades crean un círculo negativo: a
falta de avances internacionales los países establecen sistemas nacionales adoptando
legislación y estrategias sobre IA y gestión de datos masivos, asumiendo
modelos diferentes, lo que hace más difícil luego que estos puedan moverse
hacia puntos de encuentro posibles. Si, por ejemplo, los países establecen
diferentes estándares para el uso de datos masivos privados ¿Cuáles de ellos
aceptarán cambiarlos para lograr un consenso internacional tras haber invertido
recursos en su desarrollo? ¿Quién pagará las necesarias adecuaciones?
Otra dificultad, conocida pero no por ello menos
relevante, es la abierta competencia entre los Estados Unidos y China en
materia de tecnologías digitales, donde se combinan competencia tecnológica,
militar y de establecimiento de estándares que, a corto plazo, definen la
dirección de flujos financieros masivos en una u otra dirección. Las
capacidades de un país en IA ya no pueden considerarse un elemento de “poder
blando”. Poseer y desarrollar IA ya es una variable de “poder duro”.
Como toda variable de poder, su desarrollo sin
controles promueve el crecimiento de nuevas inequidades globales, que solo
podrían prevenirse por acción internacional concertada y a través del derecho
internacional. Ser “IA-rico” o “IA-pobre” se integra sobre la tradicional
brecha Norte-Sur, que varios han querido dar por superada em los años ’90
pero que, lejos de desaparecer, se ha reactualizado para incluir nuevos
elementos.
El problema es más grave que en otras
oportunidades. Dado que marchamos hacia un mundo crecientemente digital y
tecnológico, con economías basadas en el conocimiento y la innovación, quienes
se “queden atrás” ahora sufrirán las consecuencias por un largo ciclo de
reordenamiento de la sociedad internacional. Es hipócrita decir que vamos a
integrar las necesidades de las generaciones futuras en la toma de decisiones y
permitir que una brecha tan potente y de larga proyección temporal se instale
entre los países.
Bajo estas premisas, y la necesidad de adoptar un
enfoque que favorezca un IA ética y orientada al bien (IA4Good) o al desarrollo
sostenible (IA4SD), en próximas entradas estaremos analizando cada uno de los
cuatro elementos que listamos al inicio de este post.
La próxima Cumbre del Futuro es una oportunidad
para construir justicia global intergeneracional: Los “Condenados
de la Tierra” de ayer serán mañana quienes no
tengan acceso al progreso de la tecnología digital, en especial de la IA. Las “máscaras
blancas” de las que nos habla Fannn también pueden tener la forma de
filtros de Instagram peogramados con Chat-GPT.