Por Javier Surasky-
Uno de los debates que marcarán con mayor fuerza el futuro
del orden mundial es el relativo a las tecnologías digitales, especialmente la Inteligencia
Artificial. En consecuencia, la forma que asuma la gobernanza internacional de
estas tecnologías será una prueba de fuego para conocer la capacidad del
multilateralismo actual para proyectarse sobre el futuro.
Si bien no hay una definición internacionalmente consensuada de "tecnologías digitales", existe un entendimiento de que su característica distintiva está dada por su procesamiento en formato binario (ceros y unos), elemento que las distingue de las tecnologías analógicas, que utilizan un método basado en señales continuas representativas de cantidades físicas, como por ejemplo ondas de sonido o intensidad de la luz.
No se trata, en consecuencia, de tecnologías necesariamente
novedosas. La verdadera novedad está dada por el lugar que ocupan hoy en la
vida cotidiana de las personas y en la velocidad a la que se desarrollan,
haciendo inútil cualquier intento de listar las tecnologías digitales. Solo a
modo indicativo podemos decir que su computadora, la internet a la que accede,
los servicios que allí contrata y la inteligencia artificial que lo ayuda con
sus búsquedas en Google son tecnologías digitales, como lo son la telefonía celular,
la impresión 3D y la Internet de las Cosas.
Los elementos fundamentales de las tecnologías digitales
incluyen componentes de hardware (como microprocesadores, sensores y
dispositivos de almacenamiento), aplicaciones de software e infraestructura de
red que permiten el intercambio, gestión y uso de datos.
Como señala Castells en su libro The network society: A
cross-cultural perspective in the digital age (2021, Oxford University
Press) "las tecnologías digitales se han convertido en la infraestructura
fundamental de las sociedades contemporáneas, reconfigurando la dinámica de
poder tanto dentro como entre las naciones". Como consecuencia, están
creando nuevas formas de poder y nuevas vulnerabilidades, algo que explicaba Nye
ya en 2011, al publicar su trabajo The Future of Power (Public Affairs
Press).
La aparición y masificación del uso de la IA ha incrementado
la intensidad de las oportunidades de cooperación y los riesgos de conflictos que
nacen de las tecnologías digitales preexistentes, y con ello la urgencia de
acuerdos globales para su gestión.
En el campo del desarrollo, el acceso a tecnologías
digitales y el control sobre ellas se ha convertido en una variable que indica
oportunidades actuales y futuras: quienes queden rezagados hoy en la autopista
digital pagarán las consecuencias durante décadas, tal como ocurrió con quienes
quedaron atrás en el proceso de industrialización.
Es claro que establecer reglas globales compartidas es tanto
un requerimiento para el progreso de las tecnologías digitales como para su
gestión a nivel global, espacio natural en que estas tecnologías operan.
Los debates en marcha para establecer una gobernanza global
de las tecnologías digitales tienen lugar en el marco de una competencia entre
Estados Unidos y China por liderar mercados de hardware y software que
habilitan el acceso, uso y progreso de la IA, tal como ocurre con la
fabricación de chips. La Unión Europea surge entre ellos como un actor que, por
llegar primero, marca rumbos en materia normativa. La academia y el sector
privado se reparten los principales expertos en el tema, aunque es la última quien
cuenta con mayores recursos financieros. La sociedad civil presiona por ligar
el desarrollo digital a la equidad, la justicia, la equidad y el uso
ambientalmente sostenible de recursos, entre sus temas principales.
Con estos actores en el centro de la escena, órganos del
sistema de las Naciones Unidas como UNESCO o la ITU trabajan en propuestas y
marcos capaces de dar dirección y contención a las tecnologías digitales. El
tema ya se ha vuelto transversal a las instituciones multilaterales globales y
regionales: la Asamblea General ha aprobado recientemente sus dos primeras
resoluciones sobre IA y el secretario general ha hecho de las tecnologías
digitales uno de los elementos claves de su visión de futuro. La adopción del Pacto
Digital Global por la Cumbre del Futuro, aun habiendo sido un tanto forzada
en las formas, es un hito en materia de cooperación y gobernanza de esas
tecnologías.
Pero ¿Cuáles son las posiciones del G77 en este debate?
Responder esta pregunta es crítico ya que los 134 Estados miembros del Grupo,
que desde hace años recibe el apoyo y, al menos parcialmente, coordina sus
acciones China hasta tal punto que hoy es habitual la referencia al “G77+China”
aunque ese país no sea miembro del Grupo, representan un número de votos
suficiente para alcanzar la mayoría simple y cualificada que requiere la Carta
de la ONU para la adopción de una resolución por la AGNU, que en última
instancia deberá ser quien apruebe las reglas de esa gobernanza digital
multilateral por construirse.
Para identificar la agenda del G77 frente al tema analizamos
las declaraciones de las reuniones anuales de los ministros de relaciones
exteriores del Grupo y los documentos finales de sus cumbres que han tenido
lugar entre 2016, primera oportunidad en que la Declaración Ministerial hizo mención expresa del tema, y 2024. En total hemos
analizado siete declaraciones adoptadas en las reuniones de ministros de
relaciones exteriores y los documentos finales adoptados por los Jefes
de Estado y de Gobierno del G77 en la cumbre
sobre “retos actuales del desarrollo: el papel de la ciencia, la tecnología y
la innovación” (La Habana, 2023), y en la Tercera Cumbre del Sur
(Kampala, 2024)
Como era de esperar, la heterogeneidad y las debilidades
institucionales que caracterizan la gobernanza del G77 hacen que el grupo haya
adoptado hasta hoy posiciones que no cuentan con un grado de concreción
suficiente para ser accionables pero sí reflejan acuerdos al interior del Grupo
y, por tanto, pueden actuar como semillas para la definición de una agenda propia
para las negociaciones sobre tecnologías digitales.
Para comenzar, contamos con un listado inicial de “cuestiones importantes” para pensar la cooperación digital
introducidas en el párrafo 49 de la Declaración
Ministerial de 2022: economía digital
inclusiva, desarrollo de capacidades digitales, acceso a redes digitales y
conectividad digital, transferencia de tecnología, inversión en
infraestructuras digitales, protección de datos, inteligencia artificial,
alfabetización digital; lucha contra el uso de la tecnología de la información
con fines delictivos, prevención de la fragmentación de Internet, lucha contra
la desinformación y la información errónea, fomento del aprendizaje electrónico
y definición de los principios digitales comunes.
En nuestro análisis hallamos que, más allá de esa
enumeración, es posible identificar 10 elementos críticos para el G77 en su
aproximación a la gobernanza de las tecnologías digitales: cinco de ellos son
proyecciones de la agenda “clásica” del G77 a estas tecnologías mientras que
los restantes cinco muestran un carácter más innovador.
Entre los que calificamos como “tradicionales” se encuentran:
- Una preocupación principal y ligada a la agenda más tradicional del grupo pone en el cetro de su agenda la denuncia de la brecha digital, identificada como un obstáculo para que los países en desarrollo puedan alcanzar el desarrollo sostenible.
- También en la línea tradicional, el G77 se une tras la demanda de mayor financiamiento para el desarrollo de tecnologías e infraestructura digital, acompañados por la transferencia de tecnología y la generación de capacidades.
- El reconocimiento del rol central que corresponde a las Naciones Unidas en el diseño de la gobernanza global de las tecnologías digitales y en la promoción de su llegada efectiva a los países en desarrollo.
- La fuerte posición de enmarcamiento de la gobernanza digital en agendas de desarrollo globales adoptadas por la ONU, hoy la Agenda 2030, y en las normas de derecho internacional vigente.
- La denuncia de la distribución inequitativa de los beneficios que generan las tecnologías digitales, de su concentración en monopolios ubicados en el mundo desarrollado, y de la apropiación de saberes tradicionales a partir de “descubrimientos” logrados por el uso de tecnologías digitales. Junto a esto vemos surgir una voz en favor del apoyo a una industrialización digital que incluya a las pequeñas y medianas empresas.
Entre los reclamos más innovadores hallamos:
- La necesidad de considerar la situación de cada país frente a las tecnologías digitales en la construcción de una medida multidisciplinar del desarrollo que supere al PIB.
- Una creciente consideración de las tecnologías digitales como tema transversal a la agenda internacional del desarrollo. Este consenso cambia su grado de intensidad, debilitándose, frente a las diferentes conexiones que surgen, perdiendo precisión cunado se refiere a género y limitándose a la cuestión de remesas cuando aborda las migraciones. Si bien la mención de la cuestión ambiental muestra un crecimiento en el tiempo, aún se mantiene en un nivel de vaguedad excesivamente amplio. El punto más bajo aparece en la relación que hace el grupo entre tecnologías digitales y derechos humanos, prácticamente inexistente.
- La Agenda de Túnez y la Declaración de Principios y el plan de acción de Ginebra complementan el llamado a enmarcar el desarrollo de una gobernanza digital en el derecho internacional con la referencia a acuerdos no vinculantes. El Pacto Digital Global aparece como una referencia a la que se ven acercamientos cautos, dado que no había sido adoptado al momento en que se aprobaron los documentos analizados y, como ya sabemos, no se trata de un documento en torno al cual el G77 haya podido construir consensos.
- Las referencias explícitas a la IA son casi inexistentes, pero en los últimos años vemos como la incorporación de los datos junto a las tecnologías digitales gana espacios. Los avances en torno a los párrafos dedicados a temas de datos de un año a otro sugieren que es un área donde los consensos accionables son posibles dentro del G77.
- De forma muy concreta se menciona al software de código abierto, las plataformas, los datos, modelos de IA, normas y contenidos que pueden utilizarse y adaptarse libremente como “bienes públicos digitales”.
Por el contrario, algunos de los temas que aparecen como fuertemente divisivos son:
- La inclusión de actores o gubernamentales en la estructura de una gobernanza global de las tecnologías digitales.
- La relación que debe tener esa gobernanza con los derechos humanos.
Si el G77 es capaz de articular posiciones entre sus
miembros y crear los acuerdos para defender sus prioridades de manera conjunta,
será un actor ineludible en las negociaciones del marco internacional de
regulación de tecnologías digitales.
Aún con todo su poder, los “grandes” del mundo digital
necesitan del consumo, los datos y los recursos energéticos de los países del
G77 para que el sistema funcione, y estos deberían ser claro de hasta dónde
están dispuestos a llegar y qué esperan recibir a cambio. Luego, será tarde
para lamentos.