Por Javier Surasky
América Latina y el Caribe están entrando en un súper ciclo electoral crucial en 2025 y 2026, con 17 países —más de la mitad de las naciones independientes de la región— celebrando elecciones nacionales. Estas contiendas, que abarcan elecciones presidenciales, legislativas y parlamentarias, transformarán el panorama político desde México hasta Chile y a través del Caribe. Una característica definitoria es el intenso escrutinio al que se enfrentan los presidentes en ejercicio que ganaron balotajes tras perder en la primera vuelta, poniendo sus agendas polarizantes bajo revisión pública y legislativa. En medio de una disminución de la confianza en las instituciones democráticas, los resultados influirán en la gobernanza regional, el comercio global, la migración, la elección del secretario general de las Naciones Unidas y las alineaciones geopolíticas.
El súper ciclo comienza en 2025 con 13 países celebrando
elecciones, seguidos por nueve en 2026 (con Barbados como caso potencial). Las
contiendas clave incluyen:
- Ecuador (febrero de 2025): El presidente Daniel Noboa, quien perdió la primera vuelta de 2023 (23.47% frente al 33.61% de Luisa González) pero ganó el balotaje (51.83% frente al 48.17%), busca la reelección en medio de crisis de seguridad. En 2025, tras un empate virtual entre los mismos candidatos en la primera vuelta (Noboa: 44.17%; González: 44%), el presidente actual fue reelegido en un balotaje, derrotando a González por 55.6% a 44.3% de los votos.
- Bolivia (agosto de 2025): El presidente Luis Arce, elegido con un 55.1% en la primera vuelta de 2020, enfrenta tensiones con la candidatura de Evo Morales.
- Chile (noviembre de 2025): El presidente Gabriel Boric, quien perdió la primera vuelta de 2021 (25.83% frente al 27.91% de José Antonio Kast) pero ganó el balotaje (55.87% frente al 44.13%), no puede postularse nuevamente, dejando su agenda progresista bajo escrutinio.
- Brasil (octubre de 2026): El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien lideró la primera vuelta de 2022 (48.43% frente al 43.20% de Jair Bolsonaro) y ganó el balotaje (50.90% frente al 49.10%), no puede postularse nuevamente.
- Colombia (mayo de 2026): El presidente Gustavo Petro, quien lideró la primera vuelta de 2022 (40.32% frente al 28.15% de Rodolfo Hernández) y ganó el balotaje (50.42% frente al 47.35%), no es elegible para postularse.
- Costa Rica (febrero de 2026): El presidente Rodrigo Chaves, quien perdió la primera vuelta de 2022 (16.70% frente al 27.28% de José María Figueres) pero ganó el balotaje (52.84% frente al 47.16%), no puede postularse consecutivamente
Las naciones del Caribe, incluyendo Surinam, Trinidad y
Tobago, Jamaica y Guyana (2025), y las Bahamas y Santa Lucía (2026), celebrarán
elecciones parlamentarias, con líderes elegidos por las legislaturas. Las
elecciones previstas en Haití para 2026, las primeras en una década, enfrentan
incertidumbre debido a la violencia de pandillas.
Algunos presidentes en ejercicio, como Daniel Noboa
(Ecuador), Javier Milei (Argentina), Gabriel Boric (Chile) y Rodrigo Chaves
(Costa Rica), perdieron sus elecciones en la primera vuelta, dependiendo de
victorias en balotajes para asegurar el cargo. Estas victorias ajustadas
reflejan electorados polarizados y mandatos frágiles, amplificando el
escrutinio de sus políticas.
En Argentina, las medidas de austeridad de Milei, incluyendo
recortes de subsidios, han estabilizado la inflación, pero han desatado
protestas. Las elecciones de medio término de 2025 determinarán si su partido
La Libertad Avanza conserva el apoyo legislativo. En Ecuador, las medidas de
seguridad de Noboa, dirigidas contra las pandillas, son centrales para su
candidatura de reelección en 2025, pero la escalada de violencia amenaza su
base. Las reformas constitucionales y de pensiones de Boric en Chile han
fracasado, y la carrera presidencial de 2025 reflejará el juicio de los
votantes sobre su visión progresista. Aunque popular, la postura anticorrupción
de Chaves en Costa Rica enfrenta desafíos económicos, influyendo en la carrera
de 2026. La dependencia de estos líderes en balotajes subraya una tendencia
regional de electorados divididos, donde gobernar sin una mayoría en la primera
vuelta puede erosionar la legitimidad en medio de disturbios económicos o
sociales.
Este nuevo súper ciclo ocurrirá mientras la confianza
pública en la democracia en América Latina y el Caribe se erosiona
significativamente, creando un telón de fondo desafiante. Según Latinobarómetro
(2023), el apoyo general a la democracia como forma de gobierno preferida cayó
al 48%, desde el 60% una década antes, con solo uno de cada cinco ciudadanos
expresando confianza en los gobiernos. La satisfacción con el desempeño de la
democracia es aún menor, cayendo del 44% en 2009 al 24% en 2018, con un 71% de
ciudadanos insatisfechos. Este descontento está impulsado por la desigualdad
económica, la corrupción y la inseguridad, con un 80% de los encuestados en
2018 considerando la distribución de ingresos como injusta y un 43% temiendo
ser víctima de un delito.
Preocupantemente, la apertura a regímenes no democráticos
está aumentando. Latinobarómetro informa que la indiferencia entre sistemas
democráticos y autoritarios subió del 16% en 2009 al 28% en 2018, con un 54% de
los latinoamericanos en 2024 dispuestos a aceptar un régimen no democrático si
resuelve problemas, frente al 44% en 2002. Esta tendencia es pronunciada en
países como El Salvador (54%) y Honduras (41%), donde líderes autoritarios como
Nayib Bukele gozan de alta aprobación (78% en El Salvador) a pesar de socavar
las normas democráticas. Uruguay, Costa Rica y Chile muestran el mayor apoyo a
la democracia, mientras que Honduras, Surinam y Guatemala ocupan los últimos
lugares. La disminución de la confianza es más severa en Argentina, Colombia,
Jamaica y Surinam, probablemente debido a razones económicas que alimentan el
desencanto.
Las generaciones más jóvenes ofrecen un rayo de esperanza,
con el LAPOP Lab de Vanderbilt señalando que están más comprometidas con los
ideales democráticos que las generaciones anteriores, a pesar de ser más
críticas con los sistemas actuales (The 2023 Americas Barometer: Taking the Pulse of Democracy in
the Americas, p. 60-61). Sin embargo, la inseguridad alimentaria
generalizada (uno de cada tres hogares) y la desconfianza en las elecciones,
legislaturas (21% de confianza) y partidos políticos (13% de confianza) crean
un terreno fértil para apelaciones populistas o autoritarias, amenazando la
integridad democrática del súper ciclo.
Desde una perspectiva internacional, los resultados del
súper ciclo tendrán posibles consecuencias globales y regionales:
- Impactos económicos y comerciales: América Latina suministra productos básicos críticos como litio (Chile, Bolivia), soja (Brasil, Argentina) y petróleo (Brasil, Colombia). Los cambios de política podrían interrumpir los mercados globales. Una victoria conservadora en Chile o un aumento populista en Bolivia podrían alterar las leyes mineras, afectando las cadenas de suministro de baterías para vehículos eléctricos. La elección de Brasil en 2026 moldeará la agroindustria y la conservación del Amazonas, vitales para la seguridad alimentaria global y los objetivos climáticos.
- Migración y estabilidad: La inestabilidad política o económica podría amplificar la migración. La violencia en Ecuador podría impulsar a los migrantes hacia los EE. UU. si las políticas de Noboa fracasan. Las elecciones retrasadas de Haití en 2026 podrían aumentar los flujos de refugiados hacia la República Dominicana. Un gobierno colombiano posterior a Petro influirá en la integración de los migrantes venezolanos.
- Alineaciones geopolíticas: Las elecciones moldearán la competencia entre EE. UU. y China. Las políticas prooccidentales de Milei contrastan con las posiciones equilibradas de Petro y Lula. Un giro hacia la derecha en Chile o Brasil podría aumentar la influencia de EE. UU., mientras que victorias de izquierda en Bolivia o Colombia podrían profundizar los lazos con Pekín. La elección de Nicaragua en 2026, probablemente amañada bajo Daniel Ortega, reforzará las alianzas autoritarias con Rusia y China.
- Elección del secretario general de la ONU: La elección del secretario general de la ONU en 2026, para un mandato que comienza en enero de 2027, coincide con este súper ciclo. El Grupo de América Latina y el Caribe de la ONU (GRULAC) presionará por un candidato regional. Sin embargo, las divisiones ideológicas podrían fragmentar el apoyo de GRULAC, debilitando su influencia. Los resultados de las elecciones en Brasil y Colombia determinarán si GRULAC respaldará a un candidato progresista o pragmático. La realización de elecciones en Barbados en 2026, sin esperar hasta 2027, también pueden tener impactos en este proceso dada la figura de Mia Mottley como una potencial candidata al cargo.
- Gobernanza
regional: El súper ciclo influirá en organismos como la Organización de
los Estados Americanos (OEA), Mercosur, CELAC y CARICOM. Un cambio
conservador en Chile o Brasil podría fortalecer bloques orientados al
mercado como la Alianza del Pacífico, mientras que victorias de izquierda
en Bolivia o Colombia podrían reforzar la postura antiimperialista de
CELAC. Los resultados polarizados, como en Bolivia, arriesgan paralizar la
cooperación regional. En el Caribe, los sistemas estables en Jamaica y las
Bahamas apoyan a CARICOM, pero la incertidumbre electoral en Haití podría
tensionar los recursos, obstaculizando las iniciativas comerciales y
climáticas.
En conjunto, el súper ciclo electoral de 2025–2026 en América Latina y el Caribe puede verse como un momento clave dentro de un contexto de disminución de la confianza en la democracia y creciente apertura a alternativas no democráticas.
Presidentes como Noboa, Milei, Boric y
Chaves, quienes superaron derrotas en la primera vuelta para ganar balotajes,
enfrentan un intenso escrutinio mientras sus agendas son puestas a
prueba. Los resultados moldearán la gobernanza regional, desde la cohesión de
la OEA hasta la estabilidad de CARICOM, mientras influirán en el comercio
global, la migración, la carrera por el secretario general de la ONU y la
participación regional en la política global.
Mientras los votantes deciden, el mundo observa si este
ciclo fortalece la resiliencia democrática o profundiza la división, con
consecuencias para los mercados, los objetivos climáticos y las alianzas
internacionales.