El poder en el borde: IoT, edge computing e IA

Por Javier Surasky


Seguimos explicando y analizando los elementos clave de la IA para entender cómo esta tecnología impacta en las relaciones internacionales. Ya hemos hecho un recorrido que pasó por las tensiones entre China y Estados Unidos, el poder de cómputo, los datos, el talento humano y la computación en la nube y la IA agéntica. Ahora es el turno del edge computing y de la Internet de las Cosas (IoT)

IoT: cuando el mundo físico se vuelve infraestructura digital

Ingresamos al espacio de las nuevas transformaciones digitales a través de la puerta que tal vez sea más conocida, la IoT, hoy presente en nuestra vida cotidiana aunque no llegamos a percibirla del todo: sensores industriales, dispositivos médicos, sistemas de transporte y redes eléctricas ya son parte del entramado donde internet se mimetiza con el mundo físico.

Una manera simple de pensarlo es aproximarse a la IoT como la incorporación de objetos físicos al ecosistema informacional digital, mediante dispositivos que generan datos de forma continua, insertos en contextos locales, sensibles al paso del tiempo y que, en muchos casos, representan segmentos críticos para la seguridad y la privacidad personales (Atzori et al., 2010; Gubbi et al., 2013).

Calefacción inteligente dotada de sensores que miden la temperatura y presencia de personas en el hogar para ajustar automáticamente la temperatura de la casa, en monitores cardíacos portátiles (wearables) que monitorean el ritmo cardíaco de manera constante en comunicación con una plataforma médica dando señales de alerta cuando aparecen valores anómalos, semáforos que cambian la velocidad de cambio de luces conforme al tráfico real de cada momento. Allí está la IoT, y estos ejemplos nos bastan para identificar sus tres elementos constitutivos: sensores que captan fenómenos del mundo físico, conectividad web que permite el envío y recepción de datos y capacidad para tomar una decisión y ponerla en marcha.

Del dato local a la nube: una tensión geopolítica

La IoT puede brindarnos comodidad y seguridad, pero al precio de generar un creciente volumen de datos que debe viajar hacia y desde centros donde se los procesa, generalmente en la nube, por lo que la velocidad de circulación (técnicamente, llamada latencia) es crítica para su funcionamiento (Atzori et al., 2010). Por ello, el crecimiento de los dispositivos conectados a la IoT se convierte en una amenaza a la latencia, creando cuellos de botella en el consumo de ancho de banda, además de agravar los problemas de seguridad propios del transporte de datos, muchos de ellos información sensible (recuerden que pueden saber y transmitir información sobre si hay alguien en la casa o cómo está funcionando un corazón).

Es muy importante entender este punto, pues desde una perspectiva geopolítica, la IoT no crea una capa de virtualidad que envuelve objetos físicos, sino que objetiva una infraestructura digital, lo que es completamente diferente. Los datos se producen en lugares específicos, pero su gestión y uso, lo que les da valor, tiene lugar en servidores trasnacionalmente distribuidos, generando una tensión entre lo nacional y lo internacional, lo que ha impulsado una transición de arquitecturas de cómputo centralizadas hacia arquitecturas de cómputo distribuidas, capaces de estar “más cerca” del lugar donde se produce el dato (Shi et al., 2016; Shi & Dustdar, 2016).

Edge computing: computar donde nace el dato

Estamos ahora en el umbral del edge computing, cuya traducción al español es “computación en el borde”, como respuesta, o como complemento, según se lo quiera entender, al modelo de una nube centralizada.

“Definimos borde como cualquier recurso informático y de red a lo largo de la ruta entre las fuentes de datos y los centros de datos en la nube. La lógica de la computación de borde es que la computación debería ocurrir en la proximidad de las fuentes de datos” (Shi et al., 2016:638)

Aquí juegan un rol importante los gateways. ¿Qué es un gateway? Los sensores suelen utilizar tecnologías de comunicación de alcance limitado, como el Bluetooth, cuyas salidas son recibidas por centros, las “puertas de enanlace” o gateways,  que amplifican su potencia de recorrer distancias, y al hacerlo “cambian” la composición técnica de los datos para alinearla a la que utiliza internet (los “traduce” a lenguaje IP, el mismo que utiliza cualquier computadora para conectarse a la red) y, en ciertos casos, también se encarga de “limpiar” información irrelevante y ejecutar reglas simples (si recibo X dato, debo iniciar el proceso Y). Cuando pasa todo esto, el gateway se convierte en un nodo edge.

Fog y edge: capas que redistribuyen el poder de decisión

El edge computing no está solo en la tarea de producir y gestionar datos que se producen a nivel local, sino que lo acompaña el llamado fog computing. Aunque son similares “y a menudo se confunden entre sí, existe una ligera distinción entre ambas. En la computación en la fog, hay un único dispositivo de procesamiento centralizado responsable de gestionar la información proveniente de múltiples puntos finales del sistema. En la computación edge, en cambio, cada sistema participa activamente en el procesamiento de la información”

La relación “dispositivo conectado a internet → nube de procesamiento de datos” queda mediada por capas (edge computing y fog computing) que coordinan servicios, gestionan recursos disponibles y aplican refuerzos de seguridad sobre datos (Shi & Dustdar, 2016). La computación edge y fog no compiten, trabajan juntas para aumentar la calidad de los procesos de descentralización funcional que exige la IoT.

Sin embargo, como dijimos al principio, estos modelos desplazan capacidades de procesamiento y análisis desde una capa central hacia varias capas distribuidas conectadas en red, lo que cambia la organización funcional de la computación digital, afectando de forma directa dónde y cómo se toman decisiones automatizadas: los dispositivos en el borde (edge o fog) dejan de ser meros consumidores de datos y pasan a jugar un rol activo como nodos capaces de filtrar información, ejecutar lógica computacional y condicionar el funcionamiento del sistema como un todo (Shi & Dustdar, 2016). En esta perspectiva, el edge computing es una parte crítica de toda la infraestructura digital de información, sin la cual  no se podrían lograr los actuales niveles de resiliencia que tienen las redes avanzadas, particularmente en contextos de alta dependencia digital, baja tolerancia a fallas y necesidad de operación continua, ya que al actuar como primer contacto cercano con el dispositivo de emisión, el edge puede aislar fallos, reducir puntos de colapso y sostener servicios esenciales cuando la conectividad hacia los grandes centros de datos se ve afectada.

Estándares, empresas y Estados: quién controla el borde

Debido a ese dedicado papel que juega, los estándares técnicos de la computación en le borde, entre los cuales destacamos la Recomendación ITU-T X.1648 sobre seguridad de datos en el edge computing (ITU, 2025), juegan un rol fundamental. Ya existen avances en la materia, pero como ya sabemos, la fijación de estándares no es un tema puramente técnico o, si se prefiere, no es políticamente neutral: su establecimiento es un factor clave en la definición de patrones interoperabilidad, que implican fortalecer unos sistemas sobre otros, dependencia tecnológica y capacidad de control de la circulación de datos a corto, mediano y largo plazo. Quien se imponga en la competencia por fijar estándares globales para el edge computing tendrá la capacidad de establecer pautas de funcionamiento para las futuras infraestructuras críticas de la comunicación digital de datos.

Claro está que en esas disputas no solo intervienen Estados, sino principalmente grandes empresas tecnológicas y proveedores de infraestructura digital que diseñan y operan los equipos técnicos que hacen posible el edge y el fog computing.

A nivel internacional, esto resulta en alianzas entre Estados y corporaciones para impulsar estrategias particulares de gestión del edge computing, enmarcadas siempre en una relación de tensión dado que el Estado no tiene el control, que sí maneja la empresa, sobre las tecnologías y los procesos de circulación de datos en el borde, por lo cual no siempre se mantendrán alineadas a las prioridades del sector público, ya que se mueven dentro de sus propias lógicas.

Los Estados buscan balancear su “déficit de capacidad” en el campo a través de su poder normativo para establecer qué datos deben ser procesados y alojados localmente, cuáles deben considerarse sensibles, y cuáles pueden y no pueden ser enviados a infraestructuras centrales de procesamiento ubicadas fuera del territorio nacional.

Así, Estados y empresa forman una pareja en la que cada uno necesita al otro más de lo que preferiría.

Edge AI y desarrollo desigual: escenarios globales

La complejidad crece todavía un poco más: “la convergencia entre la computación en el borde y la inteligencia artificial ha dado lugar a un nuevo campo de investigación, denominado edge intelligence o edge AI. En lugar de depender exclusivamente de la nube, la edge intelligence aprovecha plenamente los recursos ubicados en el borde para generar [allí] capacidades e inferencias de inteligencia artificial” (Zhou et al, 2019:1). Tecnologías como los vehículos autónomos, sistemas de vigilancia y salud digital exigen no solo datos, sino también procesamiento en tiempo real.

Este proceso está vinculado al paradigma de la “Industria 4.0”, también llamada “industria inteligente”, que se basa “en el uso de tecnologías emergentes para mejorar los procesos de fabricación, el mantenimiento de las máquinas, optimizar los costes de producción, favorecer la formación y las condiciones de los empleados, impulsar la relación con los clientes, o crear nuevos servicios y productos de mayor calidad” (Rodal Montero, 2020:6), lo que requiere sistemas energéticos avanzados e infraestructuras edge robustas, proyectando un alto grado de complejidad, reconocido tanto por la Unión Europea (Comisión Europea, 2020 y 2025) como por la UNESCO (2021). La existencia o no de esos elementos se vuelve un activo internacional (OCDE, 2025).

Además, el edge computing y la IoT no se despliegan en el vacío. El Digital Development Compass del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) permite observar cómo se combinan diferentes dimensiones de gestión de las tecnologías y capacidades humanas para desplegar edge computing e IoT, dejando ver estructuras altamente desigualdades entre países y regiones (PNUD, 2023).

Estados Unidos, dadas sus altas capacidades digitales y su alto capital humano en el área de los estudios tecnológicos y STEM, consigue que el edge computing sea una extensión de su poder digital, reproduciendo sus esquemas territorialmente y exportando arquitecturas y estándares de facto que acaban condicionando las opciones de los países que los reciben.

China, en cambio, usa sus capacidades para establecer redes de procesamiento en el borde que le permitan mejorar la gestión de la enorme cantidad de datos que se producen localmente, sin tener que depender de infraestructura externa, pero también dando mejores herramientas al Estados para ejercer control sobre su población, al mismo tiempo que gana experiencia útil para sumarse a la carrera por exportar soluciones edge e IoT (PNUD, 2023).

Brasil es un buen caso para mostrar lo que ocurre en varias economías emergentes. Cuenta con capacidades importantes de  infraestructura digital, pero distribuidas desigualmente a lo largo de su territorio, con zonas de hiperconcentración, por lo que puede desplegar estrategias Edge y de IoT sectoriales pero enfrenta trabas para consolidar una estrategia nacional que resulte coherente y le permita acumular poder, lo que no alcanza para modificar su posición dependiente en la cadena global de valor digital (PNUD, 2023), aun cuando logre márgenes de autonomía funcional en áreas específicas.

En Kenia, ejemplo de digitalización en África, el Digital Development Compass muestra al edge computing como una posibilidad que queda supeditada a la consolidación de las capacidades incipientes que muestra el país, donde su despliegue aún depende fundamentalmente de actores externos, generando una situación de alta fragilidad nacional que puede derivar en un procesamiento local de datos sin control efectivo sobre la infraestructura ni apropiación equitativa del valor generado por esos datos (PNUD, 2023).

El borde como nuevo terreno de disputa geopolítica

Estas múltiples dinámicas nos ayudan a entender por qué el edge computing y la IoT tienen una presencia creciente en las estrategias de política digital, de cooperación internacional y de desarrollo. El edge no solo da forma a procesos técnicos de gestión eficiente de datos, sino que, de su mano, llegan debates sobre formas de inserción en cadenas tecnológicas internacionales, desarrollo de infraestructuras digitales globales, aumento de capacidades humanas para la gestión de tecnología de frontera en los propios países y la determinación de márgenes de maniobra posibles.

El edge computing no viene a corregir desigualdades digitales, sino que, dependiendo de la gestión de su política a nivel internacional, puede acabar amplificando asimetrías ya existentes. Se repite una paradoja que señalábamos antes, pero con diferentes protagonistas, los países líderes en capacidades tecnológicas necesitan de los datos de los que están atrás en esa carrera, pero estos, mediante estrategias normativas, se apropian de esos datos que no pueden aprovechar si no es mediante los sistemas que poseen los países líderes. Ambos están llamados a trabajar juntos en relaciones win-win, pero ¿Es eso practicable en un mundo donde la desigualdad de poder marca el ritmo?

No hay una respuesta única a esa pregunta, pero sí hay una realidad que debe integrarse en cualquier análisis geopolítico de la tecnología digital en general y de la IA en especial: el edge computing y la IoT están aquí para quedarse.

 

Referencias

Atzori, L., Iera, A., & Morabito, G. (2010). The Internet of Things: A survey. Computer Networks, 54(15), 2787–2805. https://www.researchgate.net/profile/Antonio-Iera/publication/222571757_The_Internet_of_Things_A_Survey/links/60314f3b92851c4ed587859f/The-Internet-of-Things-A-Survey.pdf

Comisión Europea (2020). Shaping Europe’s digital future. European Union. https://eufordigital.eu/wp-content/uploads/2020/04/communication-shaping-europes-digital-future-feb2020_en_4.pdf

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Deng, S.; Zhao, H.; Fang, W.; Yin, J.; Dustdar, S. y Zomaya, A. Y. (2020). Edge intelligence: The confluence of edge computing and artificial intelligence. IEEE Internet of Things Journal, 7(8), 7457-7469.

Gubbi, J.; Buyya, R.; Marusic, S. y Palaniswami, M. (2013). Internet of Things (IoT): A vision, architectural elements, and future directions. Future Generation Computer Systems. Future Generation Computer Systems (29), 1645-1660. https://doi.org/10.1016/j.future.2013.01.010

ITU (Unión Internacional de las Telecomunicaciones) (2025). Recommendation ITU-T X.1648: Guideline on edge computing data security. https://www.itu.int/epublications/publication/itu-t-x-1648-2025-04-guideline-on-edge-computing-data-security

Marcham, A. (2020). Understanding infrastructure edge computing. O’Reilly Media.

OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) (2025). OECD science, technology and innovation outlook 2025. https://www.oecd.org/content/dam/oecd/en/publications/reports/2025/10/oecd-science-technology-and-innovation-outlook-2025_bae3698d/5fe57b90-en.pdf

PNUD (Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo) (2023). Digital Development Compass: Measuring digital transformation for sustainable development. https://digitaldevelopmentcompass.PNUD.org

Rodal Montero, E. (2020). Industria 4.0: Empresa y gestión. Alfaomega.

Shi, W.; Cao, J.: Zhang, Q; Li, Y. y Xu; L. (2016) Edge Computing: Vision and Challenges. IEEE Internet of Things Journal, (3)5, 637-646. https://ieeexplore.ieee.org/document/7488250

Shi, W., y Dustdar, S. (2016). The promise of edge computing. Computer, 49(5), 78–81. https://ieeexplore.ieee.org/document/7469991

Singla, S; Bhati N.K. y Aswath, S (2021). Future Opportunistic Fog/Edge Computational Models and their Limitations. Gupta, D., & Khamparia, A. (2021). Fog, edge, and pervasive computing in intelligent IoT driven applications. Springer.

UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) (2024). Digital economy report 2024: Shaping an environmentally sustainable and inclusive digital economy. https://unctad.org/system/files/official-document/der2024_en.pdf

UNESCO (Organización para la Ciencia, la Sociedad y la Cultura de las Naciones Unidas) (2021). UNESCO science report: The race against time for smarter development. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000377433

Zhou, Z., Chen, X., Li, E., Zeng, L., Luo, K., y Zhang, J. (2019). Edge intelligence: Paving the last mile of artificial intelligence with edge computing. Proceedings of the IEEE, 107(8), 1738–1762. https://ieeexplore.ieee.org/document/8736011