Pacto Digital Global: Propuesta final

Por Javier Surasky-

 

Tras 18 meses de trabajo y cuatro borradores del texto de un Pacto Digital Global (PDG) que no lograron ser aceptado por los Estados miembro de la ONU por consenso, los cofacilitadores del proceso de preparación de este documento, representantes permanentes de Suecia y Zambia ante las Naciones Unidas, elevaron una carta al presidente de la Asamblea General presentando un “texto revisado” de PDG que, en sus palabras, “refleja los compromisos adicionales alcanzados”.

En esa nota, fechada el 9 de septiembre de 2024, los cofacilitadores aseguran que el texto presentado refleja los esfuerzos y aspiraciones colectivas de todas las partes involucradas al que presentan como “una base sólida para el futuro de la cooperación digital mundial”.

Para ser claro, los cofacilitadores entendieron que ya no podían contribuir a lograr un texto que pueda ser considerado aceptable por todos los Estados, y por tanto se llegará a la Cumbre del Futuro con un texto del PDG sin aprobar, sujeto a negociaciones de último momento y que eventualmente deberá ser sometido a adopción a través del voto.

Es, por supuesto, la concreción de una noticia que no por esperable deja de ser muy mala señal.

El texto revisado (PDG.TR) tiene cambios en solo un párrafo respecto del que fuera puesto bajo procedimiento de silencio el 27 de agosto y que recibiera observaciones en más de 20 párrafos por varios países, tema que tratamos en una entrada reciente en este mismo blog, lo que nos permite imaginar que su adopción durante la Cumbre no será un proceso libre de obstáculos.

Las novedades que trae el PDG.TR está en el párrafo 29(d), ubicado dentro del objetivo 3 de “fomentar un espacio digital inclusivo, abierto, seguro y protegido que respete, proteja y promueva los derechos humanos”, y en particular dentro de su subsección sobre “gobernanza de internet”, que resulta severamente recortado: se le ha quitado toda referencia a acciones positivas orientadas a limitar la aplicación de restricciones al acceso a internet, dejando únicamente una medida negativa expresada como un llamado general de los Estados a no realizar “cortes” (“shutdowns”) de la red ni tomar medidas que afecten el ingreso a esta:

En consecuencia, el párrafo 29(d) del texto revisado establece de compromiso de “Abstenerse de realizar cortes de Internet y de adoptar medidas que afecten al acceso a Internet” [elimina el siguiente texto: “y garantizar que cualquier restricción al acceso a los servicios de Internet y a la libertad de expresión se ajuste al derecho internacional, incluida la legislación nacional que se ajuste al derecho internacional”].

Hay un segundo cambio, meramente formal, en el párrafo 31(f), que también se encuentra bajo el objetivo 3, pero en la subsección referida a “confianza y seguridad digitales”. Allí solo se produce una adecuación al cambiar la palabra “abuso infantil” por “explotación infantil” en la parte final del texto para alinearla a la primera parte del mismo. El compromiso es entonces “monitorear y revisar las políticas y prácticas de las plataformas digitales para contrarrestar la explotación y el abuso sexual infantil que ocurren o se amplifican mediante el uso de esta tecnología, incluida la distribución a través de plataformas digitales de material de abuso sexual infantil o de explotación sexual infantil, así como la incitación o captación de menores con el propósito de cometer un delito sexual contra un niño”.

Son demasiados los temas sin resolver que deberán ser considerados para la posible adopción del Pacto Digital Global por consenso, que hoy aparece como una posibilidad lejana.

Deseo profundamente estar equivocado cuando digo que la Cumbre del Futuro ha comenzado a fracasar antes de haberse reunido. Lo que seguirá posiblemente sea dejar los temas más complejos para ser resueltos en una futura reunión (¿La segunda Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de 2025?) y la adopción de textos débiles por falta de consenso, seguidos de acusaciones cruzadas entre diferentes países y grupos de países por la intransigencia negociadora que cada uno identificará en los demás.

Entretanto, las tecnologías digitales siguen avanzando, beneficiando a pocos en un marco internacional de riesgos sin controles y discursos que no están acompañados de voluntad de acción.